viernes, 24 de septiembre de 2010

Viernes de Poesía VII - Juan Gelman - Establishments - María la Sirvíenta


Establishments


Jamás he visto a un establecido de la izquierda tener relaciones con

la escoba. No digo ya para barrer. Para simplemente elevarse sobre

este mundo terrenal y ver barrios, cantinas, las vacas del espanto. Las

brujas montan una escoba, parten la noche en dos, y si es verdad que

de una mitad caen horrores, martilleros públicos, herencias, también

es cierto que de la otra mitad caen milagros. De los establecidos de

la izquierda se esperan (o esperaban) entusiasmos cortitos por las

revoluciones triunfantes. De los otros de la izquierda no hay nada

que esperar. Cada tanto, alguno daba la vida oscuramente para que

todos amen y el establishment, incluida la izquierda del establish-

ment, o vuelve a su lugar. Es un lugar lleno de astros y pavores por

el que pasa un burrito cargando eternidad.

(Inédito)


María la sirvienta


Se llamaba María todo el tiempo de sus 17 años,

era capaz de tener alma y sonreír con pajaritos,

pero lo importante fue que en la valija le encontraron

un niño muerto de tres días envuelto en diarios de la casa.


Qué manera era esa de pecar de pecar,

decían las señoras acostumbradas a la discreción

y en señal de horror levantaban las cejas

con un breve vuelo no desprovisto de encanto.


Los señores meditaron rápidamente sobre los peligros

de la prostitución o de la falta de prostitución,

rememoraban sus hazañas con chiruzas diversas

y decían severos: desde luego querida.


En la comisaría fueron decentes con ella,

sólo la manosearon de sargento para arriba,

pero María se ocupaba de soñar,

los pajaritos se le despintaron bajo la lluvia de lágrimas.


Había mucha gente desagradada con María

por su manera de empaquetar los resultados del amor

y opinaban que la cárcel le devolvería la decencia

o por lo menos francamente la haría menos bruta.


Aquella noche las señoras y señores se perfumaban

con ardor

pero el niño que decía la verdad,

por el niño que era puro,

por el que era tierno,

por el bueno, en fin,

por todos los niños muertos que cargaban en las valijas

del alma

y empezaron a heder súbitamente

mientras la gran ciudad cerraba sus ventanas.


(Gotán)

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